jueves, 3 de mayo de 2007

Cuando las muñecas son arte... figurativo


¿Para qué se hacen estas muñecas?
¿Para jugar? ¿Para colección?
La respuesta puede estar en el anuncio de la compañía Götz: Diseñadas para colección, hechas para jugar.

Sí, para jugar; porque qué niñ@ queda indiferente ante una muñeca de éstas. Y, desde luego, ellos no la colocarían en ninguna vitrina de exposición.

Frente al bombardeo de anuncios de juguetes, frente a las modas en los juguetes, creadas y pensadas para vender más y más, frente al consumismo exacerbado al que invitan las estanterías repletas de los almacenes de Todo a un euro, existen silenciosas, lejanas, inaccesibles para muchos, estas muñecas, únicas -muchas de ellas se realizan en ediciones limitadas- hechas con mimo, cariño y mucho arte.

Queda la cuestión económica. Las susodichas muñequitas cuestan una pasta. Para que luego a su dueñito/a, le de por jugar al fútbol con ella, lanzándola escaleras abajo... Pero, es curioso, los niños saben perfectamente cuando un juguete es especial (también los padres se lo transmitimos, consciente o inconscientemente). En realidad, los juguetes en general cuestan una pasta y los niños los tienen a monsalvas. Y, los juguetes baratos suelen ser antojos de un momento: fomentan el consumismo descerebrado (se me revuelven las tripas cuando veo un niño con su mamá en un almacén: -Me tienes que comprar algo!), son abandonados por los rincones a las pocas horas porque no nació de un interés real del niño, ni tienen mucho que ofrecerle o, en el mejor de los casos acaban rápidamente rompiéndose, debido a su mala calidad.

En definitiva calidad frente a cantidad. En vez de ofrecerle a nuestro hijo cuarenta cachivaches plasticosos, qué tal si llegada la fecha señalada de regalito de rigor, nos juntamos padres, abuelos, tíos, amigos y entre todos le regalamos un juguete especial. Como cuando, en el tiempo de nuestras abuelas, un juguete era un tesoro.

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